Fernando Carratalá Teruel | 30 de marzo de 2021
Análisis de Noche, segundo título que forma el Poema de la saeta, en el centenario de la publicación de la primera versión del Poema del cante jondo, de Federico García Lorca.
Noche
Cirio, candil,
farol y luciérnaga.
La constelación
de la saeta.
Ventanitas de oro
tiemblan,
y en la aurora se mecen
cruces superpuestas.
Cirio, candil,
farol y luciérnaga.
10 versos heterométricos de arte menor (entre las 2 y las 7 sílabas) conforman este romancillo con rima asonante en los pares /é-a/; y un encabalgamiento entre los versos 3 y 4 que convierten la «Noche» -título del poema- en «La constelación de la saeta»; y de ahí los versos 1-2, reiterados a final del poema (versos 9, 10): «Cirio, candil, / farol y luciérnaga». La simple enunciación de estos cuatro nombres, unidos por yuxtaposición (versos 1, 9) y coordinación (versos 2, 10) es suficiente para alumbrar la noche sevillana a la que, junto al cirio, al candil y al farol, se ha incorporado la luz fosforescente de la luciérnaga. Y si nos atenemos al significado literal de la palabra constelación («conjunto de estrellas que, mediante trazos imaginarios, forman un dibujo que evoca una figura determinada»), son las luces terrenales («Cirio, candil, / farol y luciérnaga») las que, a modo de «constelación», sirven de soporte a la imagen de la «saeta». Y así, con esta afortunada metáfora, García Lorca rompe el espacio que limita lo celestial (versos 3-4) y lo terreno (versos 1-2 y 9 10); y, de esta manera, la oscuridad de la noche queda neutralizada y la saeta va a adquirir dimensiones trascendentes.
La densidad metafórica reaparece en los versos 5-8, y en los que se hace necesario recurrir al hipérbaton para mantener la asonancia /é-a/ en el verso 8. La temblorosa luz dorada de la incipiente aurora ilumina débilmente en la noche el espacio del que surgirá la saeta: desde cualquier ventana (y de ahí el plural con carácter generalizador «Ventanitas»); lugar, por tanto, en el que se entrecruzan (verso 8: «cruces superpuestas») lo terrenal («Ventanitas de oro» -verso 5-; el diminutivo «Ventanitas» podría aludir a lo tenue de la luminosidad) y lo celeste («la aurora» -verso 7-), el tránsito de la noche al día e, incluso yendo un poco más allá, la superposición de lo profano con lo sacro, elementos que la saeta funde culturalmente.
El poema tiene un ritmo musical muy marcado, al que contribuyen, por un lado, las terminaciones agudas de los versos 1/9 («candil») y 3 («constelación»), el esdrújulo con que terminan los versos 2/10; y, sobre todo, los dísticos inicial y final que le dan al poema una elaborada estructura circular. La noche se ilumina para que, a modo de flecha, surja en cualquier momento una saeta celeste que detenga fugazmente el terrestre cortejo procesional.
Con este artículo comenzamos una serie de textos que analizarán el Poema de la Saeta. La Semana Santa sevillana como motivo de inspiración poética.
Es imposible pensar que no se seguirá escribiendo Poesía en el futuro. Se escribirá y leerá más, porque probablemente será más necesaria aún que ahora.